domingo, 30 de agosto de 2009

"Las minas"


Lo de ayer estuvo bien como aperitivo, pero hoy la cosa va en serio. Queremos llegar a las minas de oro de Marocco. Están a tres horas de coche por pistas infernales ,más hora y media a pie, al menos eso es lo que nos dice Selemani. En Congo hay minas a las que se tarda en llegar casi una semana andando. Eso quiere decir que la única forma de sacar el material de esos lugares de difícil acceso es a pié ¿Quién lo hace? Pues sí, mujeres y niños.
Cuando llegamos a la última aldea antes de ponernos a caminar, Selemani nos señala el lugar en el horizonte. Justo detrás de la segunda colina. No tengo ni idea de montaña pero a mí me parece que eso no es hora y media de camino, si no más bien, el doble como poco. Casualmente hoy luce el sol en todo su esplendor y no traemos comida, sólo un par de botellas de agua para los cuatro, además vamos cargados con el equipo. No me parece buena idea, pero Selemani insiste que será solo hora y media de camino. Nos ponemos en marcha .No sé calcular que altura tienen, pero sí sé, que necesito un angular para que me “quepan “en la foto. Las pendientes en algunos tramos son más que pronunciadas. En la ascensión nos cruzamos con mujeres y niños que bajan con cestas llenas de no sabemos qué.
No me siento especialmente bien hoy, llevamos varios días durmiendo poco y estamos cansados. En la primera colina nos hemos bebido casi todo el agua. Subir me está costando pero me da más miedo bajar, mis rodillas y mis tobillos son un poco delicados y para evitar cualquier torcedura tengo que forzar las posturas. Las piernas se me están “cargando”.La segunda colina se hace más difícil, hace más calor y ya casi no tenemos agua. Además la superficie de pisada se ha reducido a unos 40 cm. La caída es casi vertical. Jodidos y sin agua llegamos a la cima de la segunda colina ¿Dónde cojones está la mina Selemani? Lo único que vemos es una pequeña aldea a unos 500 metros. Preguntamos a una de las mujeres que nos encontramos en el camino. La mina está en el fondo del valle, pero en el fondo ,fondo. Son las dos de la tarde y haca calor, ni si quiera alcanzamos a ver la mina con la vista .La bajada es impresionante. Les digo a Hernán y a Roberto que si bajo ahí no estoy seguro de que me aguanten las piernas para subir luego. Decidimos bajar a pesar de no tener agua ni comida. Hay tramos en que bajamos una auténtica pared. La bajada me está matando, cada vez tengo las piernas más tensas, nos estamos deshidratando. No me siento bien, me preocupa hacerme un esguince y no poder andar, no están las fuerzas como para cargar conmigo. En mitad del descenso ya vemos los dos poblados chabolistas que se asientan en torno a la mina. Parecen bastante “heavys” la verdad, pero no hemos llegado hasta aquí para quedarnos a medio camino .
Después de un larga bajada llegamos a las primeras chabolas, son las que ocupa el puesto del ejército. Cuatro de las seis que hay, están destrozadas y quemadas, la semana pasada fueron atacados por los rebeldes hutus. Les preguntamos por la mina ya que sólo vemos las chabolas. Hay que bajar aún más para llegar a la mina, nos dicen. Estoy roto, si tengo que bajar más “palmo”.
Se ofrecen a acompañarnos porque Hernán lleva colgada del cuello la tarjeta del Coronel Delfin, jefe de la misión Kimia II de la que ya hemos hablado y de la que ellos forman parte. Además hace un mes, dos periodistas norteamericanos fueron secuestrados durante varias horas en el poblado. De todas formas nos advierten que aquí no hay ley ni orden. Y es verdad, esto es el “far west” aquí impera simplemente la ley del más fuerte. Atravesamos el primer poblado y tengo la sensación de que la gente nos mira pensando sólo en cuánto nos van a robar, porque que nos van a robar lo dan por hecho.
Cuando llegamos al pie de la mina los soldados desaparecen. Todo el mundo nos ha visto ya y empiezan a jalearnos, insultarnos, todo el mundo se vuelve hacia nosotros. El ambiente se va caldeando .Tenemos que bajar al menos otros 100 metros para llegar a la boca de la mina, que ocupa todo el cauce de un pequeño riachuelo. Es escalada pura y dura. Me han dado varios calambres en la último descenso, si bajo ahí no podré subir. Cuando decidimos que sólo bajará Hernán aparece el “dueño” de la mina. Se jodió. Hernán se queda dando “palique” para que Roberto yo podamos bajar .Me cuesta dios y ayuda, cada paso que doy para bajar, más convencido estoy que no podré salir de ese agujero. Muchos de los mineros son niños que machacan la piedra o la filtran en busca de oro. Es difícil calcular pero puede que haya 300 mineros en la parte de la mina dónde estamos .El método de trabajo es idéntico al que vemos en las películas. Agua ,palangana, pala y filtrar y volver a filtrar. Roberto intenta distraer la atención haciendo fotos para que yo pueda grabar algo decente. Se lo van a comer, pero estoy bloqueado, miro por el visor y sólo veo la pendiente que tengo que subir, estoy agotado.
A Hernan arriba tampoco le va muy bien que digamos. Está en una chabola detenido por el Mayor del ejército que está completamente borracho. Casi todos los de la chabola van armados.

Decidimos subir porque ya hay demasiada gente y demasiado revolucionada a nuestro alrededor. Cada dos pasos tengo que parar, estoy reventado, necesito beber algo. Nos queda poco más de dos horas de luz, o salimos de día o no salimos. Cuando por fin llego arriba un tipo me está esperando para llevarme a empujones con mis “amigos”.La cosita está “mu mala” son las cuatro de la tarde y hay demasiada gente borracha y armada en la calle. Después de mucho “negociar” deciden dejarnos marchar, Selemani ha estado bien, pero tiene que ser ya.
Nos sacan del poblado casi a la carrera. Comienza mi suplicio, los calambres son casi constantes .Me conozco, o descanso un rato o no podré salir del valle. Pensamos la posibilidad de quedarnos a dormir. Imposible, nos levantaríamos en pelotas en el mejor de los casos.
Descansar supone quedarnos sin luz en mitad de la nada. Hasta Selemani dice que ni de coña.
Pues nada, hasta donde llegue, mis piernas van por libre y mi cabeza solo piensa en llegar al arroyo que hay en mitad de la montaña para sumergirse en el agua. Al arroyo me ayudan a llegar varios de los lugareños, incluso Hernan y Roberto intentan ayudarme pero tampoco ellos van sobrados.
Después del arroyo se acabó, estoy k.o.,no soy capaz de mantenerme en pie, estoy a punto de perder el conocimiento .
Selemani está un poco asustado y manda a buscar a alguien a la aldea más próxima. Está anocheciendo .Aparecen diez chavales de entre 12 y 16 años que literalmente me suben en volandas hasta la cima. No es la primera vez que lo hacen, lo hacen todos los días pero con cualquier otra carga, tienen una fuerza sorprendente. Roberto y Hernan estaban “cagaos” pensando en como sacarme de allí. Nos acompañan también en la bajada hasta el coche. Es completamente de noche. Estos chavales me han salvado la vida y yo les he dado 150 dólares, no es justo ya lo sé. Pero esto, es algo que nunca debió ocurrir, se supone que somos tres tipos con la suficiente edad y experiencia como para no cometer estos errores. La cagamos

1 comentario:

Anónimo dijo...

Roberto Roberto. Te tengo dicho que la forma física es importante en casos como este. ¡Ese tabaco...!
Es broma. Si todo pasó de momento es ya una anécdota. Pero toma nota. Abrazos a todos,
Alberto Prieto
www.albertoprieto.org